FUE CONSTRUIDO EN 1879 E INAUGURADO EL 3 DE SEPTIEMBRE DE 1880 CON LA QUE SERÍA SU GRAN MUSA: BALBINA VALVERDE
Desde el punto de vista arquitectónico es uno de los teatros más bonitos de la Comunidad de Madrid. Sus pequeñas dimensiones, con una cabida actual de 460 espectadores, unida a una belleza singular, le hace ser conocido desde su estreno como la “Bombonera de Don Cándido”, nombre de su mecenas que fue carnicero de profesión en la plaza de Antón Martín y se hizo millonario por sus abastecimientos a los ejércitos reales contra los carlistas.
Emplazado en la calle Corredera Baja de San Pablo con trasera a la calles San Roque (muy cerca de la Gran Via) a la sala se accede desde un amplio salón de entrada adornado con columnas de fundición, que se convierte en el foyer del Teatro Lara. La única fachada a la calle de la Corredera se inspira en el gusto francés imperante en la época, con un sistema de cuatro arcos, con faroles traídos de París y con huecos para fijar los carteles teatrales. Aún conserva el palco real que utilizó Alfonso XII y XIII, asiduos al teatro por su nunca ocultada afición al “mundillo”.
El Lara se convirtió en el teatro burgués por excelencia, el género chico, el juguete cómico… Siempre tuvo un sello elitista, de prestigio, de grandes estrenos, de actores y actrices de calidad, de público selecto. Así el sueño del carnicero don Cándido se realizó: por allí pasaron directores como Antonio Riquelme, actrices como Lola Membrives, Balbina Valverde, Rosario Pino, Leocadia Alba, Catalina Barcena, la gran Jerónima Llorente, actores como Ruiz de Arana, Ricardo Zamacois, Thulier, y dramaturgos de la talla de Echegaray, Benavente etc. En él se estrenaron importantes títulos de la historia del teatro español como Los intereses creados, El amor Brujo, o Canción de cuna.
A la muerte de Cándido Lara heredó su hija Milagros, y en su testamento dispuso la creación de la Fundación Lara para el sostenimiento de la escuela pública “Nuestra señora de La Paloma”. Para dotarla económicamente estableció que se derribara el teatro y sobre su solar se construyeran viviendas; con la renta que se obtuviera de ellas sufragarían los gastos de la escuela.
Yáñez, por aquel entonces gerente del teatro, y el barrio entero lucharon por salvar el Lara.
El año 1912 fue clave para la historia del teatro de Lara, aunque no fuera directamente. El 28 de septiembre La Gaceta (BOE) publicó un Real Decreto que había sido aprobado en Consejo de Ministros. Llevaba las firmas del rey y del entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Santiago Alba. Hacía referencia a la constitución de fundaciones benéficas. El extenso documento regulaba su funcionamiento, financiación y bienes patrimoniales.
El artículo 11 dice textualmente:
“Las fundaciones pueden constituirse con toda clase de bienes y derechos, y están capacitadas para adquirirlos y poseerlos, pero no podrán retener más inmuebles que los necesarios a los fines de la institución. Los demás deberán convertirles en inscripciones intransferibles de la Deuda del Estado a nombre de la fundación.”
A este Decreto monárquico tuvo que recurrir el ministro republicano Fernando de los Ríos para frenar, en 1931 y anular las disposiciones testamentarias de Milagros Lara, hija del fundador. Si no hubiera sido por la agudeza del ministro y por la presión popular, el teatro se hubiera derribado.
Gracias a esta intervención el Teatro Lara continuo funcionando normalmente hasta que en los años 80 la crisis económica de esos momentos y el declive momentáneo del teatro provocaron su cierre temporal.
En 1994 fue reinaugurado por Luis Ramírez que terminó convulsionando el adormecido mundo teatral de la época importando con éxito a España el musical norteamericano. Desde entonces el Teatro Lara ha permanecido abierto demostrando el importante papel que representa en la vida cultural de la capital.